- 1 kg de mejillones.
- 250 g de gambas frescas (opcional).
- 50 g de mantequilla.
- 50 g de harina.
- 1/2 litro de leche.
- 1 o 2 huevos.
- Pan rallado.
- Aceite de oliva para freír.
- Nuez moscada, pimienta negra molida y sal.
- Opcionalmente podemos añadir alguna especia picante, como la cayena.
Elaboración
Limpiamos los mejillones
Golpeamos con el borde plano del cuchillo (para no estropear el filo) los restos duros pegados a las conchas y recortamos los filamentos estropajosos.
Seguidamente, raspamos las conchas con un cuchillo viejo, un estropajo de aluminio, o un cepillo de cerdas duras para eliminar todo tipo de adherencias.
Nota: Tira los mejillones abiertos, que no se cierren al darles unos golpecitos, y aquellos que tengan la concha rota.
Abrimos los mejillones al vapor
Ponemos un chorrito de agua en una cazuela grande a calentar a fuego fuerte.
Cuando el agua comience a hervir, echamos los mejillones, tapamos la cazuela y los cocemos durante 3 minutos.
Los retiramos del fuego y los dejamos enfriar.
Sacamos los mejillones de sus conchas y les quitamos los filamentos estropajosos (el biso).
Pelamos las gambas.
Cortamos las gambas y los mejillones en 3 o 4 trozos.
Lo reservamos.
Esta operación no es imprescindible, pero como las conchas van a formar parte del plato conviene introducirlas en agua hirviendo 2 minutos, así nos aseguramos de que estén bien limpias de arena y bacterias.
Preparamos una bechamel de cebolla
Pelamos la cebolla y la picamos muy finita.
Ponemos 3 cucharadas de aceite a calentar en una cazuela o sartén amplia.
Añadimos la cebolla y la cocinamos a fuego medio hasta que adquiera un ligero color dorado, 8 o 10 minutos, removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera.
Bajamos un poco el fuego; añadimos la mantequilla y la harina y removemos con unas varillas hasta obtener una pasta ligera.
Lo dejamos cocer a fuego lento 2 minutos para que la harina pierda el sabor a crudo.
A continuación, agregamos la leche poco a poco, removiendo enérgicamente para evitar que se formen grumos.
Una vez incorporada la leche, subimos el fuego para llevar la salsa a ebullición, sin dejar de remover.
Cuando rompa a hervir, volvemos a bajar el fuego y cocemos la masa entre 10 y 15 minutos a fuego muy lento, removiendo constantemente con una cuchara, hasta obtener la textura de una bechamel espesa.
Por último, añadimos los mejillones y las gambas y sazonamos con sal, pimienta negra molida y una pizca de nuez moscada. Lo dejamos en el fuego 2 o 3 minutos más y listo.
Dejamos reposar la masa como mínimo 1 hora, aunque lo mejor sería prepararla por la noche y meterla en la nevera hasta el día siguiente, cubierta con un papel transparente de cocina para que no se reseque.
Rellenamos las conchas con la bechamel, como se muestra en la imagen.
Los empanamos untándolos bien de huevo batido por todas partes y pasándolos por pan rallado hasta conseguir una capa consistente.
Ponemos una sartén o un cazo pequeño con abundante aceite a calentar a fuego fuerte.
Cuando el aceite esté bien caliente freímos los mejillones, aproximadamente durante 2 o 3 minutos, hasta que el empanado adquiera un bonito color dorado.
Al sacarlos, los ponemos sobre un papel absorbente de cocina para eliminar el exceso de aceite.
La temperatura idónea para freír los mejillones oscila entre 180 y 190 ºC, pero si no tienes un termómetro de cocina, echa una miga de pan en el aceite, y si sube rápidamente a la superficie sin tocar el fondo se encuentra en la temperatura ideal.
Sobre los mejillones
Los mejillones se pueden cocinar de muchas formas diferentes, son muy nutritivos y tienen un delicioso sabor a mar; pero como ocurre con casi todos los mariscos, debemos tomar algunas precauciones para evitar posibles intoxicaciones:
No los compres si no huelen a fresco o los sientes muy ligeros al cogerlos en la mano.
Tira los mejillones con las conchas rotas o que estén abiertos (si no se cierran tras dar unos golpecitos en la concha).
Descarta los mejillones que no se hayan abierto tras la cocción, y jamás intentes abrirlos con un cuchillo o de forma similar.
Cultura gastronómica
Las conchas de los mejillones están formadas por dos láminas duras y móviles llamadas valvas. En el extremo picudo del mejillón se encuentra el biso, unas barbas o filamentos estropajosos que utilizan para agarrarse a las rocas.